Mi querido Felipe San José

Miércoles, 16 de Octubre de 2019

El viernes 11 de octubre de 2019 la ciudad de Aguascalientes se vistió de luces para galardonar a su hijo adoptivo Don Felipe Guillermo San José González.

Llegamos al Teatro Morelos y ansiosos esperábamos el momento en el que el telón abriera para poder ver a nuestro querido maestro. La espera nos llenó de emoción, comenzaron a presentar al presidium y al pronunciar su nombre no pudimos más que ponernos de pie y aplaudir constantemente, pues era su noche y la mejor elección entre los ciudadanos para recibir el premio Aguascalientes 2019.

Disfrutamos enormemente esa cálida reseña de lo que vivir y enseñar aquí ha significado para él. Sencillo, humano y emocionado nos contó cómo los treinta años vividos en Aguascalientes han sido los mejores de su vida, como en 1984 recibió el clarum coelum cuando cambio el cielo de la Ciudad de México por el este que tenemos en nuestro terruño todos los días.

Gracias a que fue fundador de la licenciatura en Letras Hispánicas, nos conocimos en la clase de literatura de los Siglos de Oro I, hace ya muchos años. Todos los estudiantes de letras hablaban de él, pero nosotros, la generación más joven, aún no teníamos la dicha de tener una clase presencial con el maestro Felipe, quien nos causaba curiosidad pues sólo iba a sus clases con un libro en la mano.

Entró al salón y todos nos apresuramos detrás de él a tomar nuestros lugares. Sentado en el escritorio nos explicó el programa y desarrollo del curso y de manera inmediata comenzamos a aprender y a amar la literatura española. Nos daba a conocer el contexto sociohistórico, la biografía del autor, los desafíos de éste, y leía fragmentos elegantemente dramatizados.
De autor en autor llegamos a Miguel de Cervantes Saavedra, la figura literaria por excelencia de nuestro Felipe San José y a quién ha dedicado años de estudio y relecturas incansables.

Una vez que la cátedra de Cervantes llegó nos hicimos amigos entrañables. Los coloquios Cervantinos Internacionales a los que asistimos juntos, siempre acompañados de su querida esposa, la señora Gladis, nos daban meses de conversaciones interminables sobre nuestro autor preferido y el objeto de nuestro estudio.

Desde esa primera presentación de Cervantes en la clase de literatura de los Siglos de Oro II mi perspectiva no volvió a ser la misma, pues la vida cotidiana siempre puede tener una similitud con un personaje cervantino o bien algún pasaje del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Durante los años que nos dio clase, siempre fue su palabra lo que nos formó, la única ocasión en que lo vimos usar el pizarrón fue para dibujar un buey y una carreta. En esa época los teléfonos celulares aún no tenían cámara por lo que nadie pudo inmortalizar el recuerdo.

Era tanto el conocimiento e información que recibíamos en sus clases que nos era difícil plasmarlo en papel para crear nuestra propia teoría literaria. Cada sesión era como asimilar un tomo de la enciclopedia en pocos minutos, más de una manera sutil y ciento por ciento digerible.

El maestro Felipe es un hombre sabio y siempre nos daba todo el conocimiento gradualmente, explicaba detalladamente cada uno de los aspectos y la dificultad la incrementaba conforme nos veía listos para seguir adelante, aunque debo de reconocer que el ritmo y el rigor eran altos nos complacía el que en las retroalimentaciones nos demostrara que estaba orgulloso de nuestro avance.

En el Coloquio Cervantino Internacional era el más aplaudido entre los intelectuales pues llevaba su porra de alumnos quienes nos regocijábamos de verlo exponer a Cervantes, además que siempre lo buscan las personalidades que asistían para intercambiar palabras con él.

Después de terminar la licenciatura seguí sus pláticas en Casa Terán, a veces con más o menos público, mas siempre llenas de sabiduría y entrega.

Del maestro Felipe aprendimos que los intelectuales no necesitan posturas ni crear personajes para tener un lugar en el mundo, así como el amor a las letras y sobre todo a Cervantes.

El homenaje que recibió de su ciudad adoptiva llegó en el mejor momento, pues el reconocimiento más grande aún queda chico para celebrar la trayectoria de un hombre que cultivó tantas personas en beneficio de la sociedad.

Mi querido maestro Felipe, quiero agradecerle su amistad y acompañamiento en las letras. Mi amor por la lengua, la literatura, el francés y las danzas polinesias no sería el mismo si usted no hubiera compartido su sabiduría y pasión por la literatura con nosotros.

Gracias a Usted decidí dedicar mi vida y estudio a Cervantes, así como mi postura feminista nació y fructifica a partir de la narrativa de la historia de Grisóstomo y Marcela en la primera parte del Quijote. Y qué decir de la firma con la que cierro esta columna cada semana, ciento por ciento inspirada en Cervantes y en Usted.

Mi querido maestro Felipe San José y yo aún tenemos muchas conversaciones futuras, pero si usted aún no lo conoce puede buscar sus libros, ponencias, gracias a la modernidad todo lo podemos encontrar en internet y ahí se puede deleitar de su escritura.

Nota original en: https://www.lja.mx/2019/10/mi-querido-felipe-san-jose-alegorias-cotidianas/


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