De los desiertos de Siria, príncipe dilecto, de las riberas del Jordán, procede la llamada rosa de Ariha. De dos clases la hay. Una se cultiva y sirve de ornato, no por sus flores, que son blancas y pequeñas y forman primorosas espigas, sino porque al secarse sus ramas y hojas se contraen en un apretado nudo, una pelota que se deshace y extiende cuando se pone en agua, y vuelve a cerrarse si se saca de ella. La otra es silvestre y crece al pie de las palmas; ésa es la que debes buscar. Es una mata humilde, de apenas dos palmos de alto, con tallo delgado y muy ramoso, hojas estrechas y blanquecinas, flores diminutas y frutos como los granos de la granada, amargos y oscuros, color de sangre. Si acaso la encuentras, debes mandar que una joven que sea doncella prepare con sus hojas una infusión. Si la bebes de noche, cuando no haya Luna ni viento, no habrá veneno que te pueda dañar. [De las historias de san Barlaán para el príncipe Josafat.]
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