Poema del día

Siete poemas para esta semana. Selección de Felipe Garrido

Lunes, 13 de Noviembre de 2023
Por: Felipe Garrido

Un poema al día, para que quienes puedan se lo pongan encima y lo atesoren en la memoria.

 

Lunes

A veces / me da por la luna

A veces
pero sólo a veces me da por la luna.
La envuelvo, la huelo, la absorbo
o me la pongo de mascarilla;
cae por las paredes de mi casa
y la pateo y meto un gol en la portería de mi infancia;
también la muerdo
y descubro un ratón comiéndose mi queso
o veo una liebre a punto de un gran salto
y poco a poco le voy haciendo un agujero
para meterle mis sueños y vestirlos de plata...
La dibujo en compás perfecto en la simetría de mis ojos
la veo a distancia y a veces se me cae de las manos...
O se va escondiendo a pedacitos y se viste mitad de negro,
o sólo nos reímos de la noche y de mis sueños...
Las veces que me da por la luna
se pone a bailar en la copa de los árboles.
y las nubes la esconden en una danza sin tiempo;
a veces, desnuda, tomo la luna y se ilumina mi cuerpo
dejando un camino de plata
en mi sendero…
A veces…
cuando me da por la luna.

María Esther López Aguado (1954)

Un pellizco de sol para mi nieto

Un pellizco de sol para mi nieto
para que lo guarde en sus bolsillos
le broncee sus sueños
se lo ponga en las mejillas en invierno
y lo lave en la orilla del río.
Un pellizco de sol para mi nieto
para que sus recuerdos tengan luz
para que se lo coma con las nubes
y me recuerde cuando tenga frío.
Un trozo de sol y viento
y huellas sobrescritas
en la arena de los tiempos
lamidas por el mar
de nuestro cielo
en el vaivén del ritmo
de los vientos
y la historia de un cangrejo
que durmió en sus manos el silencio.
Un pellizco de sol para mi nieto
para que me recuerde
cuando tenga frío.

María Esther López Aguado (1954)

Soy mi cuerpo...

Soy estas manos, estos pies
soy mi cabeza
me amo desde mi sombra que se viste de mí
me devuelve la sonrisa y el alivio
y me acuesta y me arrulla
en el cálido fuego de mi mente.
Soy este cuerpo disfrazado
quiere vivir conmigo
tocar con mis manos
caminar con mis pies
mirar con mis pupilas
latir con mi presencia.
Soy este corazón que quiere amarme
desde este equilibrio que camina
conmigo misma.
Soy ese sendero al final del puente
al final del río
donde se encuentra esa otra parte
que requiere mi existencia.

María Esther López Aguado (1954)

Ix Chel

Tengo el amor a la puerta
¿Quieres estar conmigo?
Tu cuerpo tibio y sensual
sabe a sal y sabe a viento.
Ix Chel nos tiende a lo lejos
ese camino de plata
para enredarme en tu pelo
para respirar tu espacio
y en el juego del amor
besarte los pies y el alma.
... Y a la mañana siguiente
un paño rojo en tu pelo
una hamaca y el silencio
para descansar mi cuerpo
y enredado entre tus brazos
continuarnos en la magia
y renacernos amor
para descubrirte fresca
y bebernos el embrujo
que nos da la luna llena.
Tengo el amor a la puerta
¿Quieres venirte conmigo?

María Esther López Aguado (1954)
Desde tu piel
Edición de la autora
México, 2022.

Martes

Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual. I y II

En una noche oscura,
Con ansias en amores inflamada,
¡Oh dichosa ventura!
Salí sin ser notada,
Estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura
Por la secreta escala, disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!
A oscuras, y en celada,
Estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
En secreto, que nadie me veía,
Ni yo miraba cosa,
Sin otra luz ni guía,
Sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
Más cierto que la luz del mediodía,
A donde me esperaba
Quien yo bien me sabía,
En parte donde nadie parecía.
iOh noche, que guiaste,
Oh noche amable más que el alborada:
Oh noche, que juntaste
Amado con amada,
Amada en el Amado transtormada.
En mi pecho florido,
Que entero para él sólo se guardaba,
Allí quedó dormido,
Y yo le regalaba,
Y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
Cuando yo sus cabellos esparcía,
Con su mano serena
En mi cuello hería,
Y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
El rostro recliné sobre el Amado,
Cesó todo, y dejéme,
Dejando mi cuidado,
Entre las azucenas olvidado.

II
Canciones entre el alma y el Esposo

ESPOSA
¿A dónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
Habiéndome herido;
Salí tras ti clamando, y eras ido.
Pastores, los que fuerdes
Allá por las majadas al Otero,
Si por ventura vierdes
Aquel que yo más quiero,
Decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores,
Iré por esos montes y riberas,
Ni cogeré las flores,
Ni temeré las fieras,
Y pasaré los fuertes y fronteras.

PREGUNTA A LAS CRIATURAS
Oh bosques y espesuras,
Plantadas por la mano del Amado,
Oh prado de verduras,
De flores esmaltado,
Decid si por vosotros ha pasado

RESPUESTA DE LAS CRIATURAS
Mil gracias derramando,
Pasó por estos sotos con presura,
Y yéndolos mirando,
Con sola su figura
Vestidos los dejo de hermosura.

ESPOSA
¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero,
No quieras enviarme
De hoy ya más mensajero,
Que no saben decirme lo que quiero.
Y todos cuantos vagan,
De ti me van mil gracias refiriendo
Y todos más me llagan,
Y déjame muriendo
Un no sé qué que quedan balbuciendo.
Mas, ¿cómo perseveras,
Oh vida, no viviendo donde vives,
Y haciendo porque mueras,
Las flechas que recibes,
De lo que del Amado en ti concibes?
¿Por qué, pues has llagado
A aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues me le has robado,
¿Por qué así le dejaste,
Y no tomas el robo que robaste?
Apaga mis enojos,
Pues que ninguno basta a deshacellos,
Y véante mis ojos,
Pues eres lumbre de ellos,
Y sólo para ti quiero tenellos.
Descubre tu presencia,
Y máteme tu vista y hermosura;
Mira que la dolencia
De amor, que no se cura
Sino con la presencia y la figura.
iOh cristalina fuente,
Si en esos tus semblantes plateados,
Formases de repente
Los ojos deseados,
Que tengo en mis entrañas dibujados!

Apártalos, Amado,
Que voy de vuelo.

ESPOSO
Vuélvete, paloma,
Que el ciervo vulnerado
Por el otero asoma,
Al aire de tu vuelo, y tresco toma.

ESPOSA
Mi Amado, las montañas,
Los valles solitarios nemorosos,
Las ínsulas extranas,
Los ríos sonorosos,
El silbo de los aires amorosos.
La noche sosegada
En par de los levantes de la aurora,
La música callada,
La soledad sonora,
La cena, que recrea y enamora.
Nuestro lecho florido,
De cuevas de leones enlazado,
En púrpura tendido,
De paz edificado,
De mil escudos de oro coronado.
A zaga de tu huella
Las jóvenes discurren al camino
Al toque de centella,
Al adobado vino,
Emisiones de bálsamo Divino.
En la interior bodega
De mi Amado bebí, y cuando salía
Por toda aquesta vega,
Ya cosa no sabia,
Y el ganado perdí, que antes seguia.
Allí me dio su pecho,
Allí me enseño ciencia muy sabrosa,
Y yo le di de hecho
A mí, sin dejar cosa;
Allí le prometí de ser su esposa.
Mi alma se ha empleado,
Y todo mi caudal en su servicio:
Ya no guardo ganado,
Ni ya tengo otro oficio;
Que ya sólo en amar es mi ejercicio.
Pues ya si en el ejido,
De hoy más no fuere vista ni hallada,
Diréis que me he perdido,
Que andando enamorada,
Me hice perdidiza, y fui ganada.
De flores y esmeraldas
En las frescas mañanas escogidas,
Haremos las guirnaldas,
En tu amor florecidas,
Y en un cabello mío entretejidas.
En solo aquel cabello,
Que en mi cuello volar consideraste,
Mirástele en mi cuello,
Y en él preso quedaste,
Y en uno de mis ojos te llagaste.
Cuando tú me mirabas,
Tu gracia en mí tus ojos imprimian:
Por eso me adamabas,
Y en eso merecían
Los míos adorar lo que en ti vían.
No quieras despreciarme,
Que si color moreno en mí hallaste,
Ya bien puedes mirarme,
Después que me miraste,
Que gracia y hermosura en mi dejaste.
Cogednos las raposas,
Que está ya florecida nuestra viña,
En tanto que de rosas
Hacemos una piña,
Y no parezca nadie en la montiña.
Detente, Cierzo muerto;
Ven, Austro, que recuerdas los amores,
Aspira por mi huerto,
Y corran sus olores,
Y pacerá el Amado entre las flores.

ESPOSO
Entrándose ha la Esposa
En el ameno huerto deseado,
Y a su sabor reposa,
El cuello reclinado
Sobre los dulces brazos del Amado.
Debajo del manzano,
Allí conmigo fuiste desposada,
Allí te di la mano,
Y fuiste reparada,
Donde tu madre fuera violada.
A las aves ligeras,
Leones, ciervos, gamos saltadores,
Montes, valles, riberas,
Aguas, aires, ardores,
Y miedos de las noches veladores:
Por las amenas liras
Y canto de serenas os conjuro
Que cesen vuestras iras,
Y no toquéis al muro,
Porque la Esposa duerma mas seguro.

ESPOSA
Oh ninfas de Judea,
En tanto que en las flores y rosales
El ámbar perfumea,
Morá en los arrabales,
Y no queráis tocar nuestros umbrales.
Escóndete, Carillo,
Y mira con tu haz a las montañas,
Y no quieras decillo;
Mas mira las compañas
De la que va por ínsulas extrañas.

ESPOSO
La blanca palomica
Al Arca con el ramo se ha tornado,
Y ya la tortolica
Al socio deseado
En las riberas verdes ha hallado.
En soledad vivía,
Y en soledad ha puesto ya su nido,
Y en soledad la guía
A solas su querido,
También en soledad de amor herido.

ESPOSA
Gocémonos, Amado,
Y vámonos a ver en tu hermosura
Al monte u al collado,
Do mana el agua pura;
Entremos más adentro en la espesura.
Y luego a las subidas
Cavernas de la piedra nos iremos,
Que están bien escondidas,
Y allí nos entraremos,
Y el mosto de granadas gustaremos.
Allí me mostrarías
Aquello que mi alma pretendía,
Y luego me darías
Allí tú, vida mía,
Aquello que me diste el otro día.
El aspirar del aire,
El canto de la dulce Filomena,
El soto y su donaire,
En la noche serena
Con llama que consume y no da pena.
Que nadie lo miraba,
Aminadab tampoco parecia,
Y el cerco sosegaba,
Y la caballería
A vista de las aguas descendía.

San Juan de la Cruz (1542-1591)
Poesía de San Juan de la Cruz
Selección de Guillermo Fernández
La canción de la Tierra
Colección dirigida por Guillermo Fernández
Concepto editorial de Félix Suárez
Instituto Mexiquense de Cultura, Tolica, 2000.

Miércoles

III
CANCIONES DEL ALMA EN LA ÍNTIMA COMUNICACIÓN
DE UNIÓN DE AMOR DE DIOS

¡Oh llama de amor viva,
Que tiernamente hieres
De mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
Acaba ya si quieres,
Rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
iOh mano blanda! iOh toque delicado,
Que a vida eterna sabe,
Y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
iOh lámparas de fuego,
En cuyos resplandores
Las profundas cavernas del sentido,
Que estaba escuro y ciego,
Con extraños primores
Calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
Recuerdas en mi seno,
Donde secretamente solo moras!
Y en tu aspirar sabroso
De bien y gloria lleno,
¡Cuán delicadamente me enamoras!

IV
COPLAS DEL MISMO HECHAS
SOBRE UN ÉXTASIS DE ALTA CONTEMPLACIÓN

Entréme donde no supe,
Y quedéme no sabiendo,
Toda ciencia trascendiendo.
Yo no supe dónde entraba,
Pero, cuando allí me ví,
Sin saber dónde me estaba,
Grandes cosas entendí;
No diré lo que sentí,
Que me quedé no sabiendo,
Toda ciencia trascendiendo.
De paz y de piedad
Era la ciencia perfecta,
En profunda soledad,
Entendida vía recta;
Era cosa tan secreta,
Que me quedé balbuciendo,
Toda ciencia trascendiendo.
Estaba tan embebido
Tan absorto y ajenado,
Que se quedó mi sentido
De todo sentir privado;
Y el espíritu dotado
De un entender no entendiendo,
Toda ciencia trascendiendo.
El que allí llega de vero,
De sí mismo desfallesce;
Cuanto sabía primero
Mucho bajo le paresce;
Y su ciencia tanto cresce,
Que se queda no sabiendo,
Toda ciencia trascendiendo.
Cuanto más alto se sube,
Tanto menos entendía
Que es la tenebrosa nube
Que a la noche esclarecía;
Por eso quien la sabía
Queda siempre no sabiendo,
Toda ciencia trascendiendo.
Este saber no sabiendo
Es de tan alto poder,
Que los sabios arguyendo
Jamás le pueden vencer;
Que no llega su saber
A no entender entendiendo,
Toda ciencia trascendiendo.
Y es de tan alta excelencia
Aqueste sumo saber,
Que no hay facultad ni ciencia
Que le puedan emprender;
Quien se supiere vencer
Con un no saber sabiendo,
Irá siempre trascendiendo.
Y si lo queréis oír,
Consiste esta suma ciencia
En un sabido sentir
De la divinal Esencia;
Es obra de su clemencia
Hacer quedar no entendiendo,
Toda ciencia trascendiendo.

V
COPLAS DEL ALMA QUE PENA POR VER A DIOS

Vivo sin vivir en mí,
Y de tal manera espero,
Que muero porque no muero.
En mí yo no vivo ya,
Y sin Dios vivir no puedo;
Pues sin Él y sin mí quedo,
Este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará,
Pues mi misma vida espero,
Muriendo porque no muero.
Esta vida que yo vivo
Es privación de vivir;
Y así, es continuo morir
Hasta que viva contigo;
Oye, mi Dios, lo que digo,
Que esta vida no la quiero;
que muero porque no muero.
Estando absente de ti,
¿Qué vida puedo tener,
Sino muerte padescer,
La mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
Pues de suerte persevero,
Que muero porque no muero.
El pez que del agua sale,
Aun de alivio no caresce,
Que en la muerte que padesce,
Al fin la muerte le vale;
¿Qué muerte habrá que se iguale
A mi vivir lastimero,
Pues si más vivo más muero?
Cuando me pienso aliviar
De verte en el Sacramento,
Háceme más sentimiento
El no te poder gozar;
Todo es para más penar,
Por no verte como quiero,
Y muero porque no muero.
Y si me gozo, Señor,
Con esperanza de verte,
En ver que puedo perderte
Se me dobla mi dolor:
Viviendo en tanto pavor,
Y esperando como espero,
Muérome porque no muero.
Sácame de aquesta muerte,
Mi Dios, y dame la vida;
No me tengas impedida
En este lazo tan fuerte;
Mira que peno por verte,
Y mi mal es tan entero,
Que muero porque no muero.
Lloraré mi muerte ya,
Y lamentaré mi vida
En tanto que detenida
Por mis pecados está.
¡Oh mi Dios! ¿cuándo será?
Cuando yo diga de vero:
Vivo ya porque no muero.

Jueves

Caminos

Caminamos juntas, una al lado de la otra hablando de él, cargando las flores, cuidando los pabilos tan fáciles de estropearse, el termo de café, la taza blanca, ésa que usaba en la mañana; si fuera de tarde le habríamos llevado su traguito de coñac que tanto le gustaba y se servía ceremonioso, apenas un tercio de copa, la copa mediana, la bomboncita, decía él, la justa para el coñac ese que disfrutaba sentado de pierna cruzada en el equipal de cuero… Lo agitabas y veías su color, lo olías y decías que era del bueno; lo aprendiste en
ese bar del hotel donde trabajaste y te vestías formal, con chaleco. Seguro hablabas con todos, pero te marcó el poeta, el que llegaba con sus hojas arrugadas y te leía sus intentos,,, un día llegó y te contó que pensaba escribir sobre una muñeca vestida de azul, con los ojos rojos y extraviados; que la había visto y no podía quitarle la mirada de encima; que ella caminaba poseída, adentrada en su mundo, por los pasillos de la vecindad cantando, a veces tambaleándose… otras se detenía donde estaban la macetas de los geranios y los malvones… se quedaba en silencio y los tocaba con delicadeza y les hablaba bajito y luego se iba dando vueltas y retomando el canto… te contó sobre esa muñeca vestida de azul, con los ojos rojos y la mirada perdida y tú llegaste y nos contaste que pudiste verla, tan hermosa y frágil… imaginaste que los mirones se asomaban por las ventanas desvalijadas y la veían con desprecio… tú dijiste que ellos la enajenaron, que le dieron a tomar cosas que la perdieron hasta salirle fuego por sus ojos de muñeca… que la
pervirtieron y luego la señalaron… dijiste que esa noche el poeta de la barra estaba lleno de dolor, pedía los tragos dobles y se los empinaba con sus lágrimas contenidas… salió trastabillando, cantando a su muñeca de ojos rojos, y esa noche sus palabras te calaron y también te tomaste un trago y brindaste al viento por ella, por la muñeca del poeta que tanto te había conmovido… desde esa noche, nos dijiste, te quedó el gusto por el coñac, que era la bebida que le gustaba al poeta. Nosotras te hubiéramos llevado un
traguito si hubiera sido de tarde, pero era muy temprano ese día que caminábamos juntas y te llevábamos café en tu taza blanca, también las flores y las veladoras que siempre decías no debían faltar, eso era lo que tú llevabas a los tuyos, a los que quisiste y se fueron antes, veladoras y alguna flor, no sé si te quedabas un rato y les cantabas o les contabas esa historia del poeta con su muñeca vestida de azul, o sólo llegabas, encendías la veladora y te ibas rápido, aunque no te imagino con prisas, menos en esos asuntos… de eso hablábamos ella y yo esa mañana de noviembre cuando caminábamos por el camino del puente, ese que anduviste tantas veces y hablábamos que un día ya no lo anduviste más, que te fuiste la noche que cantó la urraca en el arrayán que fue tuyo, que tú plantaste y que el más chiquito de los nuestros, ése que tanto te quiso y quisiste también, fue quien más se dio gusto con las frutitas esas, tan ácidas y tan dulces, a él le gustaban y las comió cada temporal hasta que tú te fuiste y él ya no quiso más y pareció un pacto de tres pues el árbol también se secó y la urraca no llegó más, la perdimos entre los cerros,
seguro, pero esa noche de la urraca tú nos pediste sandía, de eso hablábamos mi hermana y yo, de esa forma tan tuya de generosidad que no sacó nadie de nosotros, de lo desamparadas que quedamos pese a tu forma infinita de alegría, hablábamos y caminábamos por el camino del puente… ese que lleva al camposanto.

María Julia Hidalgo L.
Publicada en la columna sabatina
“Las alas de Titika”, en el periódico
Noroeste de Culiacán.

Viernes

[Dibuja una letra…]

Dibuja una letra
la borra el mar
dibuja otra letra
la vuelve a borrar el mar
borra el mar
aparecen las letras
borra las letras
sólo queda solo el mar

[Una muchacha…]

Una muchacha
se recarga en el barandal
no mira el horizonte
no despide ningún barco
a nadie
no sueña con cruzar océanos
descansa un pie sobre otro
luego el otro

[Fue un domingo…]

Fue un domingo
cuando comenzó la lluvia
unos
querían regresar
pero había mucha agua
viento no
no tanto
luego más agua
también más viento
sus labios
comenzaron a rezar
cuando las redes
no los dejaban
ver más el mar

[La nube…]

La nube
esta vez no estaba
en la azotea
estaba sobre el agua
el agua del mar
del “amarillo amargo mar”
y tampoco estaba Weston
para oprimir el botón estaba la muchacha
recargada en el barandal

[Ojos fijos…]

Ojos fijos
nunca la volvió a ver
nunca la volvió a tocar
ni la besó
tampoco la oyó hablar
tampoco la vio llorar
ojos fijos
nunca la volvió a ver
la viera ahora
viendo al mar

[Y sin embargo…]

Y sin embargo
el calor
por debajo de la piel
como cicatriz
marcando cada espacio
y sin embargo
los escalofríos
el índice apuntando
cada página
del índice
marcando
cada línea
y sin embargo
el índice
untando
la saliva
de la piel
que recorre
y guarda
un cuerpo
dentro del cuerpo
indicando
las horas
que no pasan
los días
que no se mueven
los años
y sin embargo
el sol
de la tarde

[De la ventana…]

De la ventana
la cruz
y los campanarios
azoteas
tinacos
nubes blancas
desmayándose
sobre azoteas
tinacos
bebiéndose
nubes blancas.

[Gira…]

Gira
entre las olas
que se forman en la orilla
se confunde con una
burbuja grande, café,
redonda, brillosa
se confunde
también con la cabeza
de una foca
gira con más rapidez
el coco
tratando de volver
a la playa que lo
arrojó al mar

[Cada noche…]

Cada noche
está más lejos
y mientras más brilla
más y más se aleja
y la noche es más noche
y más negra

Ana Belén López (1961)
Del barandal
Ediciones sin nombre, México, 2001.

Sábado

El espectáculo de la semana

Hoy, sólo me divierte el circo del domingo
de toda la semana de mi infancia
…porque pasado mañana será
cuando esté bien el espectáculo.

“Aplazamiento”, Álvaro de Campos

Daban las cuatro en punto en el viejo reloj de péndulo del comedor, cuando Jonás Hurtado se levantó de la mesa, donde Emy conversó con él, después que los niños salieron a jugar al jardín.
Entonces encendió un habano y se puso en pie. En esas circunstancias de ventaja miró a Emy y le dijo:
--Si quieres que vayamos a visitar a los Peláez, vístete. Estaré en la sala oyendo discos.
Caminando por los pasillos que comunicaban el comedor con la sala, tuvo tiempo de recordarla como era poco antes del matrimonio. Que Jonás tuviera conciencia, nunca le pareció atractiva, ni lo era seguramente. Su noviazgo fue apresurado por la muerte del padre de Emy. Y se casaron porque "él no podía negarse a una buena obra". Don Hugo casi lo vio quejándose de la incomprensión de sus hijos y de la juventud, mientras un Jonás respetuoso asentía a sus palabras y hasta contestaba de vez en cuando con frases de su
propia cosocha como “así están las cosas”, “desde luego” “tiene razón”, “después de eso me explico su carácter...”
Emy cra delgada y tenía la barbilla saliente. Sus ojos eran del azul vacuo que conviene a su oficio. Jonás alcanzaba a verla en la memoria y aquella Emy le agradaba. Era la mujer nacida para madre de familia y eso le daba a él seguridad. Por otra parte, un poco nebulosamente, sospechaba que Emy tenía otras cualidades, aunque nunca supo precisar cuáles. De ella había aprendido mucho, sobre todo a sonreír siempre con comprensión ante quienes, como ella, consideraban fundamental el respeto por las otras personas, que solían ser gente de pro, como abogados que hábilmente escamoteaban indemnizaciones, jóvenes aspirantes a millonarios que hacían fortuna casándose con supuestas ricas herederas, en fin, aquellos cuyo sólo ejemplo eleva.
Gracias a esas cualidades, Jonás era un boyante hombre de confianza.
Puso Vivaldi. Se sentó junto a la ventana que abrió y casi sin mirar a quienes paseaban por la calle, empezó a disfrutar de la música. Alguna mujer mayor, unos niños, uno que otro automóvil.
Era todo. Y Vivaldi oyéndose afuera mientras su interior se agitaba con una onda espiritual. A veces, las voces de los transeúntes lo distraían de su satisfacción. Entonces se sonreía o hacía gestos de disgusto. En ciertos momentos intensos de la música, vio cómo un matrimonio de mediana edad se detenía frente a la ventana. Llevaban vestidos ligeros de fin de semana y la mujer lucía su hermosa cabellera sujeta sólo por un listón. Pensó en cerrar la ventana o en quitar el disco, pero optó por dejarlo terminar. Entonces esa
pareja seguiría su camino, Emy aparecería vestida en la sala y se irían a casa de los Peláez, a donde la nana llevaría después a Mimi y sus hermanitos y disfrutarían de una ordenada tarde de domingo, mientras Jonás trataba de memorizar las frases y chistes del simpático Óptimo Peláez, alma de muchas conversaciones ya famosas.
El buen Jo, como lo llamaba su Emy, notó el interés en los ojos de la pareja. Y sintió en la cara ese calorcito reconfortante que le provocaba un nudo en la garganta. Se quitó los anteojos y los limpió con la franelita roja que había destinado a esos menesteres, después se frotó la calva suavemente. Ni el matrimonio en la calle, ni Jo detrás de la ventana pronunciaban palabra. Así estuvieron oyendo Vivaldi. Al terminar el disco, Emy hizo su aparición.
--Oye, Jo...
Él le hizo una indicación de silencio y se asomó a la ventana donde sus escuchas permanecían. Emy clavó con dureza sus ojos azules en Jo y su público y salió del cuarto. Jo quitó Vivaldi y puso Scarlatti. Por la sala desfilaron los niños, la hermana de Emy y su novio, el ingeniero Torres, la odiada mamá de Emy, viuda y dueña de la casa donde vivían y la tarde, que se fue desvaneciendo como un recuerdo infantil.
En algún reloj interior de la casa daban unas horas de la noche, mientras Jo y su fiel auditorio oían diferentes y variadas ejecuciones de música. Unas veces medieval, otras del siglo diecinueve. Jo sentía vergüenza de repetir un disco. Así estuvo todavía por largo rato.
En el transcurso de la noche, Jonás hubo de afrontar a un grupo de somnolientos vecinos que acudieron a pedirle, primero que callara el fonógrafo, después que simplemente atenuara el volumen, y por último aparecieron acompañados por varios miembros del cuerpo de policía que, lejos de amenazar a Jo, se conmovicron también con la música. Ahora bien, los gatos y los perros callejeros también fueron acercando al amontonamiento de personas. Y lo que al principio fue un alegre motivo de orgullo para Jonás, empezó a convertírsele en una fatigosa actitud de vanidad, a partir de la madrugada. En cierto momento pensó en los discos de aquellos ex amigos suyos, que él no quiso devolver. Como eran muchos, los pondría todos con el sistema automático y él podría retirarse a dormir. Al revisar, vio que los discos de sus ex amigos eran "demasiado elevados". Los puso, pero no pudo salir del pequeño círculo que había entre la ventana y el tocadiscos, porque creyó que podría presentarse alguna falla y ¿qué haría?
Ya en plena mañana del lunes, notó que su discoteca se había agotado. Al quitar el último disco, algo en el rostro de su público le dio miedo y cuando intentó cerrar la ventana, un policía se arroió sobre los barrotes en actitud homicida. Entonces, volvió a poner uno de los primeros discos tocados el domingo, que le parecía muy lejano ya.
Hacía unos minutos que Emy había llevado a los niños a la escuela y Jo los vio tan distantes, que ni siquiera le habían dirigido la palabra. "Ni ellos me reconocen ya", pensó, pues él era el primero en extrañarse de su situación. Con tristeza esperó el regreso de Emy. Pero ella tampoco lo miró y cuando los niños retornaron, no le hicieron la menor seña ni gesto a Jo. Ese día, tuvo que hacer algunas variantes con los discos, de manera que su público no notara las repeticiones.
Así, llegó el martes. Y ese día descubrió que podía combinar las piezas de diferentes discos y nadie se molestaba ni enseñaba los dientes. La sangre hizo más rojo su rostro de por sí colorado, en otro flujo de satisfacción. Por último, en el colmo del autorreconocimiento a su "genio", llegó a mezclar fragmentos de piezas con singular fortuna, lo que despertó a su público. Y el miércoles lo mantuvo profundamente interesado, interés que se prolongó hasta el viernes. Pero desde el martes sintió que por breves segundos perdía el sentido y lo aceptó como inevitable, procurando solamente que esos segundos no coincidieran con el momento de cambiar el disco.
Así que el sábado que su mujer y sus niños abandonaron la casa, después de saber que Jonás había perdido el empleo, cuando empezaron a llegar los periodistas a hacerle preguntas, comprendió que estaba cercano su reencuentro. El domingo compró todos los diarios que publicaron entrevistas con "el Gran Jo". Unos lo llamaban "Vedette Inmortal"', "Farsante Imitamonos" y otros "Genio del Happening', "Esquilo Moderno", pero en general el tono era elogioso y admirativo.
Cuando murió, inmediatamente después de poner un disco, un coro de aplausos sacudió la calle, mientras aparecían Emy y los niños para disfrutar del éxito de su maravilloso padre.
Daban las cuatro en punto en el viejo reloj de péndulo del comedor, cuando el público de Jonás Hurtado empezó a retirarse, comentando: "Formidable"', "Único", "Imaginese usted", "Y yo que por pura suerte…”

Francisco Cervantes (1938-2005)
Relatorio sentimental
Caligramma
1ª edición, 1986; 2ª ed. 2016,
Santiago de Querétaro.

Domingo

¿Quién se comió la galleta?
Mabba Medina

Flambi es un perrito blanco
lleno de manchas negras
que siempre camina detrás de mí
y se sienta conmigo en la banqueta.
Nadie lo ve, sólo yo.
Cuando lo llamo, mamá pregunta:
--¿A quién llamas?
--A Flambi, ¿no ves?
Yo lo señalo
y él se pone a saltar delante de ella
ladra contento y mueve su cola,
pero ella no puede verlo.
Flambi duerme a los pies de mi cama,
come de mi plato de espagueti
y se bebe mi leche,
pero nada le gusta más que las galletas.
Mamá no puede ver a Flambi
pero barre las migajas
que mi perro deja por la cocina.
No me cree cuando le digo que yo no fui.
--¡De verdad, fue Flambi! --le digo
y mamá sonríe y me limpia la boca
con una servilleta.

Berta
Mabba Medina

Hay muñecas de trapo
con vestidos de encaje blanco
y trenzas con moños rojos.
El vestido de mi muñeca, en cambio,
es de color café
con grandes flores amarillas
un poco borradas
de tanto dormir con ella.
Cuando la abrazo no me importa
su vestido feo;
sólo importa su sonrisa
chiquita y colorada.
Hay muñecas con delantal de tul
y calcetines de holán
pero ninguna sonríe como Berta.

La Luna
Andrea Montiel

Muchas veces he intentado apedrear a la Luna;
siquiera hacerle un rasguño,
un chichón,
pero por más que salto
por más que quiero volar
no puedo alcanzarla.

2
Una vez, mi hermano dijo
que si sembraba monedas en el patio
iba a crecer un árbol de monedas
y escarbé
sembré
las requé
pero no ha crecido ninguna.

3
Cuando se lo dije, mi hermano respondió
que los árboles de monedas crecen muy
pero muy lentamente.
Entonces, me fije en la Luna.

4
Ella se sienta sobre el pico de las montañas
mirando con luz entre las ramas
como una espía.
A veces es un casco, una sonrisa
a veces es la uña de un dedo en la oscuridad.

5
Se queda quieta mientras afino mi puntería
y yo lanzo piedritas una por una
pero no puedo alcanzarla.
¡Ay, qué poco falta para darle a uno de sus ojos
o siquiera hacerle cosquillas!

9
Lo mejor será dejarla donde está
flotando como una pelota de luz,
al fin que siempre puedo esperar
al árbol de las monedas.

6
Si cuando la Luna se vuelva redonda
como un plato de leche
yo pudiera rozarla, o mejor aún, derribarla
una vez soltada del cielo
¿yo qué haría?

7
Tendría que ir de prisa a recogerla,
Impedir que se estrellara
y llevármela a casa.
¿Dónde la pondría?,
¿qué voy a hacer con la Luna?,
¿a quién se lo diría?

8
A mi madre no.
A ella le gusta contemplar la Luna.
¿Cómo decirle que la he derribado yo?

9
Lo mejor será dejarla donde está
flotando como una pelota de luz.

Caracolas
Norma Luz Rodríguez

El viento en las caracolas
es una canción
que nos cuenta cómo empezó
el mar a ser el mar
y como llegó
a su pequeño laberinto
y se quedó en el eco
subiendo y bajando con olas invisibles
por una escalera que lleva al infinito.

Invierno
Norma Luz Rodríguez

Hoy el cielo está pálido
intenta dermir todavía
sacude su gran almohada de nubes
y la Tierra se llena de plumas
mientras, él tirita de frío
Quiero convencerlo
de que luce bien
pero él arrastra sus sábanas grises
en busca del Sol
y no me escucha cuando le digo

El sol-naranja
Norma Luz Rodríguez

Para Jan

Cuando crezca
voy a ser gigante
No me digas
que es imposible
porque hoy al atardecer
alguien vino a exprimir el sol-naranja.
Le sacó hasta la última gota
de su cojor
y lo vació sobre el cielo.
Dime,
¿quién pudo hacerlo
sino un gigante?

Voces y Letras Volumen 1
Poesía para iluminar
Kore / Diseño Edtorial
Talleres Graficos
del Estado de Chihuahua, 2020.


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