Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
Minucias del lenguaje - José G. Moreno de Alba, publicadas por el FCE.
EN LA NOTA “le informo (de) que no tiene mensajes" señalé que, por una parte, en el español mexicano (y americano en general) no solemos incurrir, en lo que toca al uso de pronombres personales átonos, en los frecuentes errores del español peninsular que se conocen con los nombres de loísmo (confundir lo por le: escríbelo por escríbele), laísmo (la por le: escríbela por escríbele) o leísmo (le por lo y la: quiérele por quiérela). Por otra parte, acostumbramos pluralizar equivocadamente el pronombre de tercera persona, en función de objeto directo singular, cuando sigue a un pronombre invariable se con función de objeto indirecto plural: “se los dije” por “se lo dije”.
        Quiero ahora referirme a un fenómeno de confusión pronominal, sumamente frecuente en español, si no en el general, al menos en el mexicano, que ha merecido poca atención por parte de los gramáticos. A mi colega Jaime Cortés debo los siguientes ejemplos, recogidos de periódicos muy recientes: “debe dársele elementos a los indígenas para que hagan su propio cine”, “¿qué responsabilidad le cabe a las dependencias oficiales?”, “¿qué grado de influencia es preciso imputarle a los empresarios?” Obsérvese que en los tres ejemplos transcritos tiene lugar el fenómeno de repetición del objeto indirecto, anáfora, manifestado primero por el pronombre y después por una frase sustantiva (“a los indígenas”, “a las dependencias oficiales”, “a los empresarios”). Como se ve, en los ejemplos los objetos indirectos son plurales y, por ende, el pronombre anafórico debería ser plural (les) y no singular (le). Este fenómeno parece no darse sino en situación de anáfora (repetición del objeto indirecto). Por lo que respecta a su frecuencia, baste señalar que de ninguna manera se limita ni a la lengua hablada informal, ni a la escrita con cierto descuido (la periodística, por ejemplo), pues el mismo Jaime Cortés encontró ejemplos en un escritor tan importante como Fernando del Paso, quien, en su Palinuro de México, en una sola página, cae en esta falla de concordancia dos veces: “con el propósito de seguirle las huellas a las plantas y árboles que...”, “las humildes flores del cacahuantli que le dan su sombra perfumada a las plantas del cacao...”
        Quizá no sea un simple afán purista, sino cierta necesidad de coherencia en la construcción sintáctica la que aconseje evitar este indebido uso de le en lugar de les.

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